Las manos transpiran, las rodillas se mueven incansablemente al movimiento de las piernas. Los ojos se cierran y buscan desesperados, algún rincón para ocultarse. La frente brilla más de lo común y una, lenta y visible gota de transpiración corre por la mejilla; quieres detenerla pero alguien o algo, te lo impide. La boca está seca a pesar de todo el líquido que has tomado. El corazón lucha por salir y las palpitaciones se aceleran. Las manos se entrelazan; una y otra vez, se suelta y vuelven a entrelazarse, es el baile melodioso de la ansiedad.
Están a punto de llamarte; sólo estás tú y los deseos de correr surgen más fuertes. Escucho mi nombre y todo se paraliza, se oscurece y…después, ese terrible griterío del silencio. Todo ha terminado. Hace una...